martes, 31 de agosto de 2010

Días 21 y 22: Seattle Experience… The apple of my eye… Watcha you doin’?

“The apple of my eye”. Es la expresión que define el objeto o persona más preciado o valioso de alguien… Es algo del vocabulario que he aprendido aquí. Definitivamente, para los americanos, no es “the apple of their eye”… y ya veréis por qué.

No he escrito porque ayer domingo llegué cansadísima a casa, y me puse a hacer las 4 cosas necesarias por Internet y, como siempre, me dejé lo más importante: mi fin de semana en Seattle. No me llevé el portátil porque no iba a estar sola, más que por pensar que el lugar podía ser peligroso o poco seguro… empezaré contando las cosas malas y, todo lo demás, fue estupendo. Fui con Fer, amiga de Belén, de 16 años. Son de la misma ciudad de Ecuador y se hicieron amigas estando aquí. En principio, íbamos a ir Maggie, Fer y yo pero, finalmente, Maggie no se pudo quedar más tiempo. El tour era con Club ESL y nuestro guía se llamaba Rob, muy simpático, muy majo, con mucha chispa, 25 años. Un guía muy enrollado, y, además, le entendía perfectamente el inglés, alucinante, si todos hablaran como él, no tendría ese sentimiento de idiota que tengo a veces de no enterarme de nada y de sentirme tan mal por seguir sin enterarme de nada después de llevar tantos años estudiando inglés. A lo que íbamos, la parte mala: Vancouver está a unos 30 min. conduciendo de la frontera con U.S.A. Salimos a las 7:30 h. de la mañana aprox. PUDIMOS ENTRAR EN ADUANA A LAS 15 H. Más de 7 horas de espera, más el correspondiente cacheo, pregunteo (nueva palabra) y demás. Durante la espera, pudimos ir al Duty Free, muy útil si no estás rozando ya el exceso de equipaje y, lo que es peor, el exceso de volumen para la capacidad de tu maleta, como es mi caso. No sé dónde voy a meter tantas cosas sin estrujarlas y arrugarlas. Ese día voy a parecer una cebolla en el aeropuerto con capas y capas de ropa. Definitivamente, si repito la experiencia, necesito una maleta más grande. Eso o arriesgarme y no traerme medio vestuario de invierno, como hice, y que, al final, no he usado nada. Por las mañanas, a veces, sí hacía frío, pero, con tal de no ir todo el día cargada con la ropa de abrigo y pasar después calor, cosa que odio, acababa pelándome de frío por las mañanas llevando un par de “chaquetillas de emergencia”. Así me ha ido…todos los días amenazaban con ser el definitivo para resfriarme. De momento, no ha sido así (toco madera). En fin, la espera la pasé durmiendo, como siempre. Yo soy peor un niño, en cuanto me monto en un vehículo de motor, caigo frita. No tengo remedio. Así pude recuperar algo de sueño después de la salida del día anterior y dormir no más de 3 horas y media. El capítulo de la entrada a Estados Unidos es bien digno de película…americana. Para empezar, te toman las huellas, de una manera muy rara: primero toda la mano excepto el pulgar, después el pulgar. Yo, que soy muy torpe para todas estas cosas, y más si me las explican en inglés, tuve que repetir. Afortunadamente, me tocó un policía muy simpático, que me dijo: “You seem so excited”. Y yo le dije que sí, porque tenía muchas ganas de ir a U.S.A. Me hizo gracia cuando vio mis sellos en el pasaporte y me preguntó que en qué países había estado. Le dije que tenía el sello de Mexico, Egipto, Marruecos, Canadá y ahora U.S.A. y él me dijo que si mis padres tenían dinero para pagarme todo eso. Ahí me tocó la moral. Me dieron ganas de decirle: ¿¿¿Pero tú has visto mi edad??? Le dije que yo pagaba mis viajes, que trabajaba en una agencia de traducción y entonces él me dijo “Ah, that’s why you speak English very well”. Me hizo gracia, porque, efectivamente, cuando tengo que hablarlo bien, me acabo espabilando. Eso sí, mi acento Spanish lo he desarrollado más que nunca, supongo que es mi mecanismo de defensa para decir: “Ey, yo te pregunto y ya sabes que no soy angloparlante, así que tu respuesta debe ser… slowly”. Lo bueno fue cuando pasé el control de mi “stuff”, es decir, mis trastos, mis cosas, mis pertenencias…. Y lo primero que me dice Rob es: “Do you have an apple?” Y, sí, efectivamente, Ley de Murphy, el único día desde que llegué a Canadá que iba a consumir una manzana y la llevaba en mi mochila. Una manzana roja, perfecta, de película… digna de foto. Y la tuve que sacar y enseñarla a la oficial de turno, quien la inspeccionó como si fuera la mayor de las hazañas, lo último en bombas, o en ataques víricos. Finalmente, la mujer me dijo que, para la próxima vez, tenía que dejar la pegatina conforme decía que era originaria de Canadá. Ya no dejan entrar ni a las manzanas, oye… Una cosa es nuestro país y otra es poner pegas a una inofensiva manzana. Ni tanto ni tan calvo. Finalmente, mi manzana y yo avanzamos victoriosas hacia la entrada al país… ¡¡Bienvenidas al sueño americano!! Y a mí me vino a la mente la canción de Bruce: “Born in the U.S.A”. Eso es lo que tiene la alegría del momento, que una se vuelve payasa. Muy payasa. Tanto como nuestro guía, que no paraba de hacernos reír. Después supe que fui muy afortunada, ya que a la que después fue una de mis compañeras de habitación le hicieron tirar la manzana y apuntaron su nombre y nº. de pasaporte, bajo la amenaza de una posible multa de 300 dólares… ¿¿Alguien me lo explica?? Están un poco paranoicos. Con tanta tontería, lo único que se consigue es estar esperando más rato para entrar al país y que acabes perdiendo los nervios. Yo fui para 2 días, pero había gente que iba para solamente 1 día, y no sé qué verían llegando a las 4 de la tarde a Seattle…

Por cierto, he dicho que iba a explicar las cosas malas, y solamente he explicado la primera, la frontera. La segunda es que, después de hacer el tour y de visitar el Space Needle para poder disfrutar de la vista aérea de la ciudad, Fer y yo, las dos solas, sin la orientación de ninguna de las dos, a las 12 de la noche, decidimos dar una vuelta por la zona de bares y demás. Ella tiene 16 años, así que no podíamos entrar en ningún local, pero queríamos ver el “ambiente”. Y vaya que si lo vimos… perdidas como estábamos, íbamos paseando por la calle y, de repente, ella me dice que le acaban de quitar la cámara. Nos sobrepasan 2 “chicas” (de chicas nada, que eran más grandes que yo, en eso me amparo) y, en cuanto me dice que han sido ellas, yo me adelanto y les digo que me devuelvan la cámara, please. Entonces, se paran de repente y me dicen: “Watcha you doin’? En un tono slanguero que no me moló nada. Reconozco que me entró miedo, porque, seguramente, eran un poco más jóvenes que yo, pero no me dieron nada de buena espina, y me dio miedo que nos hicieran algo a las dos y no sólo nos quitaran su cámara. Tendría que haberme puesto a gritar. En ese momento, me quedé como una idiota, ni siquiera las perseguí cuando salieron corriendo. Me sentí inútil total, pero reconozco que YO tuve miedo de que NOS hicieran algo. En ese momento, todavía no había reaccionado, y fue cuando apareció un taxista y le explicamos lo que nos había pasado y el taxista dio una vuelta y las persiguió. Fue muy amable y solidario, es de agradecer. Así que Fer se quedó sin su cámara y yo con un sentimiento de idiota y estúpida por no haber podido hacer nada más. Un robo de lo más tonto. 3 semanas en Vancouver y no nos pasa nada, y llegamos al sueño americano y en 8 horas ya nos están robando. ¿Coincidencia? Sigo sintiéndome imbécil. Después hablamos con unos policías y les dimos una descripción del incidente y de las individuas y dijeron que harían un rastreo por la zona y, en caso de encontrar la cámara, la dejarían en el hotel. Di los datos de nuestro guía, y las señas. No creo que sirva de mucho, pero, al menos, en ese aspecto sí hice todo lo que estaba en mi mano, ya que también le expliqué ayer lo ocurrido al guía para que advierta a los próximos que esa zona no es nada deseable ni transitable a partir de ciertas horas solas 2 personas por la noche. En fin, que podría haber sido peor. Mi deseo es que no tengan nada ni a nadie bonito a quien fotografiar con esa cámara. A Fer le han fastidiado la fotos de Seattle. Por suerte, había hecho copia de seguridad del resto. Si creéis que yo hago muchas fotos…es que no la conocéis a ella, que todavía hace más que yo jeje.

Ahora ya, todo lo que voy a explicar es bueno. Fuimos al famoso Outlet y ahí estuvimos dos horas. Tiempo suficiente para comprarme 2 pares de zapatos, no por frivolidad, sino porque, al llevar plantillas, pocos son los que puedo llevar y encontré unos que me podían ir bien. Y si compraba el segundo par me quedaba al 50%, así que… Después, compré otra cosilla pero no para mí. Y fuimos de camino al Seattle. Como siempre, me volví a dormir, como viene siendo habitual. Y me desperté viendo la ciudad de Seattle y sus bonitos rascacielos. Tiene menos que Vancouver, solamente tiene en el centro. Pero los que tiene son también bonitos y espectaculares, de un vidrio azul de color claro y también azul oscuro. Yo andaba buscando la megamansión de Bill Gates y su imperio de Microsoft para ver si quería contratarme, pero solamente vi la ciudad y el Outlet… Después, Rob nos explicó que Microsoft está a 45 min. de Seattle, yo me he quedado con las ganas de ver qué tal es eso, por ahora, mi único consuelo será mirar en Google Earth…que, por cierto, muchas veces es sorprende y curiosamente efectivo. Tampoco pude ver su megacasa. Lo que sí me sorprendió es la historia de Paul Allen, su primer socio en Microsoft. En un principio, ambos crearon y levantaron la empresa juntos, pero un día, a Paul le diagnosticaron de cáncer y le dijeron que iba a morir. Fue entonces cuando Bill quiso comprarle su parte de una manera poco limpia (seguro que la historia está mejor explicada y con más detalles por Internet, pero ahora mismo estoy haciendo mis deberes en la Canada Line camino de Richmond). Finalmente Paul no murió, superó el cáncer pero se separaron definitivamente en el negocio. Y Paul tuvo una sensacional idea: “Rock on, life long…”. Ese es el lema que rezan las pegatinas de entrada a su Experience World Music: un edificio gigantesco y muy llamativo que es una especie de museo de la música moderna: cientos de guitarras (hay una torre de ellas, apiladas, formando una escultura de lo más original), la posibilidad de tocar instrumentos, mesas de mezclas, baterías, pianos… Fer y yo entramos en una sala durante 10 minutos para tocar unos teclados con mil posibilidades. No nos pensamos un segundo en entrar, para mí la música es una de mis grandes pasiones, y un lugar llamado Experience Music Project me motivaba extremadamente… La nota payasa del domingo fue una actuación del grupo Marifers, que cantaron la canción “La Bamba” con público, instrumentos, efectos especiales… Guardo la entrada. Imaginaos cómo fue. Fer en la batería y yo en la guitarra eléctrica y la voz… jajaja. Único. No pueden negarme que me lo tomé bien en serio. La entrada también incluía la visita al Science Fiction Museum, con reliquias y tesoros de películas fantásticas y de ciencia ficción. Estaba E.T., el Terminator, vestidos de “La Guerra de las Galaxias”… mil cosas. Todo ello de Paul Allen. A su manera, también ha montado un imperio, aunque para una minoría. Pagar 15 dólares para ver estas dos cosas no lo encontaré del todo abusivo. Además, 15 dólares solos, sin sumar las TAX. Ahora, cuando llegue a España calcularé todos los precios y me pondré a sumarles el 18% de I.V.A. En Canadá, los impuestos sólo son un 12%, pero raramente están incluidos en el precio, y, en U.S.A., creo que eran un 8%. Esta fue nuestra experiencia del domingo.

Nuestro sábado finalizó con una vuelta en bus por Seattle. Rob, nuestro guía condujo la mayor parte del tiempo el bus. Su asistente, Felix, conducía también y se encargaba de darnos los papeles de la frontera y demás. Aunque el papel de showman se lo dejaron a Rob única y exclusivamente. Las vistas desde Highlane Street (no recuerdo si era ese nombre, era high…pero no lo recuerdo) son increíbles, se ve toda la ciudad de noche iluminada. También pasamos delante del estadio del equipo de Seattle. Yo no quise entrar a ver el partido el domingo y preferí quedarme visitando la ciudad. Para 5 horas que tenía para ver la ciudad… prefería eso…ver la ciudad y el Experience World Music. Bastante me mosqueaba no poder ver el inicio de liga de mi Barça, y eso era irremplazable de ver cualquier otro partido. Al menos, me alegra y me anima saber que el Barça SÍ hizo un buen trabajo. Ole y ole. Me encanta recibir buenas noticias estando lejos, como que ha ganado la Supercopa y el Gamper y ha empezado la Liga marcando 3 goles en Santander. Bendito Internet, porque, si no, me hubiera sido muy difícil enterarme. No he visto ningún bar donde se sigan los partidos, al contrario que cuando he estado en Amsterdam o Londres. El sábado después de hacer la ruta en bus todos juntos, Fer y yo decidimos subir al Space Needle, una torre desde la que se divisa toda la ciudad, como el Vancouver Lookout. El edificio es singular y digno de foto, aunque no subas a él. Nosotras compramos un ticket de 24 horas, para subir y ver las vistas de noche y de día. Hicimos muchas fotos (también con la cámara de Fer, sin saber el destino que le esperaba…) y nos maravillamos con las vistas. Pero sigo pensando que Vancouver es mucho más bonita… me está pasando algo muy extraño y preciado a la vez con este país. Yo he podido ir mil veces a Francia y no me siento tan en casa y tan a gusto como aquí. Y siempre llevaré el recuerdo de este país y estas 4 semanas en el corazón… me va a dar muchísima pena irme de aquí. Y espero tener la oportunidad de volver, porque echaré de menos este lugar y lo recordaré. He viajado muchas veces y he conocido lugares preciosos, pero nunca me había sentido tan a gusto y tan integrada en el lugar. Y no es porque haya conocido mucha gente del país, para nada, creo que, además de los guías y de algunos de los profesores y empleados de bares y restaurantes, sólo he hablado con un canadiense que conocí en el bus. Digamos que no he estado muy sociable, a mí me cuesta ser la primera que habla, aunque, eso sí, una vez me hablan, no callo y tengo cuerda para rato... pero sí seré algo tímida siempre… La cuestión es que este país me ha maravillado y encantado, y solamente he estado en British Columbia, así que si conociera el resto, supongo que alucinaría. Tengo pensado volver más adelante, esta vez haciendo una ruta en más de un lugar. Quizá otra vez sola, quizá acompañada, nunca se sabe. Desde luego que sería más bonito acompañada. A veces, me siento culpable porque estoy conociendo sitios preciosos, muy bonitos, y solamente los estoy viendo yo. O yo le doy mucha importancia o no creo que merezca el privilegio de ser la única que lo vea. Es todo tan bonito…

Después del incidente con las amigas que podrían ser coristas de Eminem (no se me olvidará, “Watcha you doin’?”. O quizá Jason Mraz también las podría incluir en una canción como Jeek in the Pink jajaja), a Fer y a mí nos quedaron pocas ganas de seguir “investigando”, así que a la 1 de la madrugada nos dirigimos al hotel. Nuestra noche fue el Space Needle y la visita a Mc Donalds. Qué gracia, porque en cada país son diferentes. Eso sí, las hamburguesas en Canadá y en Estados Unidos son mucho más baratas, sobretodo en U.S.A., donde tienes una señora hamburguesa por 1 dólar. Así no me extraña que tengan tanta clientela… y eso que, cuando salíamos, estaba el camión que les proporciona la “materia prima” en la puerta trasera y vimos en primera persona cientos y cientos de… ¿hamburguesas? congeladas. Me llamó la atención, por decirlo de alguna forma. Lo que también me llama la atención de McDonalds aquí es que puedas pagar 1,56 dólares con tarjeta de crédito sin que te miren como perdonándote la vida. ¿La razón de pagar con tarjeta? El evitar la calderilla que no será reembolsable y el no estar familiarizada todavía con las monedas, además de que es un sistema mucho más rápido… Nuestro hotel en Seattle era un señor hotel. Después de estar 3 semanas en mi “casa de acogida”, reconozco que esa noche dormí como un angelito las 5 horas que pude. Es el hotel Quality Inn. Teníamos café gratis y el desayuno incluido. Eran 2 camas y, en cada cama, dormíamos 2 personas. Compartimos habitación con dos chicas brasileñas que habían venido a aprender inglés. Por una vez, alguien más mayor que yo… Ambas estaban casadas y llevaban un mes. Eso me hace gracia, veo mucha gente que tiene pareja y se tira aquí unos meses… A mí lo que me fastidiaría de tener pareja es justamente no poder hacer estas cosas, pero, si encima se puede, ya es genial. Es cuestión de que no coincidas con la pareja en las vacaciones… lo que yo vería como un fastidio en un inicio, puede ser una alternativa a las vacaciones. Yo sólo sé que quiero volver a hacer vacaciones idiomáticas. Si no el año que viene, al siguiente. Y esta vez creo que será Chicago. Es como Vancouver, sin apenas saber nada, yo decidí que, por el clima y por lo que sabía de esa ciudad (que de ahí era Jason Priestley, jajaja), quería venir aquí. Y he tenido tanta suerte… es uno de los mejores sitios donde he estado en la vida. Sólo comparable a Shian Khan en Mexico. Y, justamente, al poco tiempo de ir yo, un huracán lo destrozó.

El domingo yo me levanté a las 7:15 h. Quería aprovechar una ducha tranquila en un hotel de categoría, volverme a lavar el pelo, tomármelo con calma… así que, por una vez, mi amiga con la que comparto habitación no tuvo que casi arrastrarme de la cama para decirme que es la hora de levantarse (que se lo pregunten a mi amiga Marta, que cada mañana en los 3 años que nos hemos ido juntas de vacaciones ha sido la primera en levantarse). Después, me tocó esperar al resto a que se ducharan, pero yo aproveché para echarme un rato (yo y mis siestas express, de eso también le podéis preguntar a Marta). Que tengo un cuarto de hora libre y no tengo nada que hacer, yo hago mi minisiesta, aunque después me levante toda zombie, jajaja.

Después, aproveché el desayuno del hotel con Fer. Y, cuando dicho “aproveché”, digo “aproveché”. Después de llevar todo un mes desayunando tostadas de pan de molde con sabor a ajo (sí, no sé por qué pero saben a ajo, posiblemente porque esté congelado, o porque sea un tipo de pan especial, porque esta mañana no lo he tostado y me sabía a ajo más que nunca, ya parezco a mi madre con mi sensor para detectar el sabor a ajo…) con mantequilla y mermelada de fresa, el desayunar algo diferente, fue toda una bendición: pastitas con crema, con pasas, salchichitas con un par riquísimo, yogur, cereales, leche, fruta… ¡Cómo disfruté! Ya no tuve hambre durante el resto del día. Como no paramos, lo cierto es que ni siquiera pensé en comer. Acto seguido, fuimos a hacer la ruta por la ciudad, en la cual dejamos a los que iban a ver el partido en un lugar, a otros en otro lugar y a los que queríamos ir al Experience Music Project en otro lado. Pasamos por la zona de Pike Street, donde está el mercado y también el primer Starbucks del mundo, que se abrió en 1971 (más tarde, con Fer, volvimos a visitar “en profundidad” ese lugar). A continuación, hicimos la visita al Space Music, que para mí fue divertidísima. Nos reímos mucho, con nuestra actuación, nuestro intento de acariciar los teclados (porque para tocar hay que saber… yo me dediqué a mecanografiar con las teclas, siempre he querido aprender a tocar el piano, es una de mis asignaturas pendientes, por decirlo en positivo (que hoy ya he sido suficientemente negativa) y también a hablar por unos micros que distorsionaban la voz. Desde la prima pequeña de Carmen de Mairena a la voz que te queda cuando aspiras helio. Después de la visita, nos fuimos a aprovechar el ticket del Space Needle para ver la misma vista durante el día. Reconozco que me gustaron más las vistas desde el Vancouver Lookout. Con la vista de noche me quedé muy impresionada. Como ya he dicho, Seattle tiene rascacielos, pero, básicamente, alrededor son edificios pequeños. Acto seguido, teníamos la intención de coger el monorraíl una parada para ir a la zona de Pike Street, ya que el acuario, que está justo al lado, era nuestro punto de encuentro. Por una vez, visité una ciudad y no me empeñé en visitar el acuario… Sólo por la falta de tiempo. Porque cuando a mí se me mete en la cabeza que tengo que ver el acuario, soy bastante testaruda, y da igual la cola que tenga que hacer o los niños traviesos, yo a lo mío, de eso también hay más de uno que podría dar testimonio jaja.

Finalmente, fuimos caminando. Nos pasamos de la parada del Monorail y, para no volver caminando hacia atrás, optamos por ir caminando. A estas alturas, yo ya me había “familiarizado” con el plano de la ciudad, y pudimos llegar sin problemas. “A estas alturas”. Sí, porque la ciudad hace unas pendientes que, por suerte, nos tocó bajar en lugar de subir. Finalmente, llegamos a Pike Street y a nuestro primer Starbucks. Hice algunas fotos y tenía intención de comprar algún souvenir, pero el precio era escandaloso, mucho más que la mochila de mis sueños. Y como ya tengo vetado el incluir más peluches (aunque no he hecho mucho caso…), pues me fui sin nada, solamente con poder decir que ya he visitado el primer Starbucks, que se abrió en Seattle. Nunca te acostarás sin saber nada nuevo… justamente eso digo yo. Iba a hacer la broma y añadir el “después”, pero ya fui lo suficientemente payasa en el Experience Music… ¿o no?

Una vez llegamos a Pine Market, Fer y yo estuvimos dando una vuelta por el mercado. Por cierto, un mercado muy bonito, blanco y limpio. Ella me preguntó si eran así en mi país. Yo le dije que hay de todo (por motivos profesionales familiares ya me conozco unos cuantos…, y, además, tengo la costumbre o manía de visitarlos cada vez que voy a otra ciudad y me los encuentro, como el Mercado de la Ribera en Bilbao). De ahí, ya fuimos a nuestro punto de encuentro y regresamos todos juntos, después de recoger a los que se habían quedado en el partido, al Outlet de Seattle.

En el Outlet de Seattle, esta vez estuvimos Fer y yo juntas las dos horas. En mi viaje de ida, nos perdimos ya en la primera tienda, en Sketchers, donde me compré los dos pares de zapatos. Ella se compró sus dos pares y, la una por la otra, pensamos que la otra se había ido de la tienda y seguimos nuestro camino. He de decir que, ¡¡al fin!! después de unos 7 años o más en mi cartera (y no exagero, creo que llevan casi 9 años o más), pude gastar dos cheques regalo de Estados Unidos. Ya había perdido toda esperanza, en España no los podía gastar más que en El Corte Inglés y, cuando me decidí a gastarlos, dejaron de aceptarlos, y ya lo daba por perdido. Así que, desde el sábado, mi cartera abulta un poco menos (aunque he de decir que, cuando viajo, y más largo tiempo, al extranjero, está en tamaño reducido, ya que muchas de las tarjetas de puntos las dejo en casa. Me ha hecho gracia que aquí tienen la Travel Club pero se llama Air Miles, y es de las pocas tarjetas que me traje, aunque es un programa diferente en Canadá. Yo soy la niña de las promociones jejeje.

Después de hacer las compras en el Outlet, de nuevo un par de horas de autobús. El regreso a Canadá no fue tan pesado como la ida. Es mucho más fácil ir de Estados Unidos a Canadá que viceversa. Sólo hicimos un poco de cola, y esta vez no fueron tan… iba a decir tiquismiquis, pero no queda políticamente correcto, ¿no? Imaginaos que, ahora que tienen mis datos en su sistema general, me buscan en Google y llegan a este blog… ¡Madree! No quiero ni imaginarme la que podrían liar. ¡¡Porque yo también pasé una manzana!! Sobretodo, ¿eh? Si vais a Estados Unidos y lleváis una manzana, decidlo, y que lleve la pegatina del país del que es originaria. No sé si aceptarán las manzanas españolas. Que aceptan las naranjas de Valencia, lo sé seguro, porque la que comí era de allí, ¡¡qué gracia!! Al fin producto español, le hice hasta una foto de la alegría jejejeje. El acceso fue fácil, me preguntaron cuánto tiempo iba a estar en Canadá, yo dije que sólo hasta el sábado y eso fue lo que les hizo pensar que, puesto que era tan poco tiempo, no merecía la pena preguntarme nada más. A la salida, nos esperamos todos fuera y volvimos al lugar desde donde habíamos entrado a la aduana para montarnos en el autobús. Gran error. Salió una oficial a recordarle a Rob la importancia de cumplir las normas: el autobús avanza hacia la zona de salida y ahí nos subimos todos. Nosotros NO retrocedemos, el autobús AVANZA. Así que, cuando ya estábamos montaditos en el bus, cansados del trote, Rob con su gracia nos pidió amablemente que bajáramos, le esperáramos 4 pasos más adelante y volviéramos a subir. Gracioso, ¿eh? Quizá querían cerciorarse de que no me había llevado ningún americanito simpático en mi mochila rosa. Que no, que no, que no me había llevado a nadie, que ahora abultaba un poco más por las compras… Es mejor tomárselo a cachondeo. Espero que eviten alguna catástrofe con toda esta burocracia, me gustaría pensar que sí. Y también con la burocracia de no poderme llevar el desodorante y la espuma del pelo en el equipaje de mano, razón por la cual siempre que viajo a un destino corto que me cobran facturar, como por GRAN EJEMPLO Vueling, voy abriéndome paso solamente levantando los sobacos y tengo el pelo como una fregona sin forma ninguna. ¡Eh! La primera parte es broma, ¿eh? Que, afortunadamente, el desodorante roll on cumple las normas de “seguridad”. Desde luego que es seguridad el no ir abriéndote paso levantando los brazos... Y yo me pregunto… ¿qué diferencia hay entre poner un líquido en un envase de 90 ml. que en uno de 200 ml.? ¿Qué es lo que le hace más seguro? Será que no hay bombas y venenos que con menos de 90 ml. te dejan K.O. Me gustaría, de veras, saber el razonamiento de esta norma…

Finalmente, llegamos a Vancouver, hogar dulce hogar… sí, sentí que estaba en mi hogar cuando pasamos el puente y vi los rascacielos bien cerquita. Ese es mi hogar. Adios sueño americano hasta la vez siguiente…

Cuando estábamos llegando, Rob nos comentó que una escena de la película “Pretty Woman” está filmada en el Seabus de Vancouver y no en el hall del hotel lujoso, el Beverly Wilshire. Tengo que volver a ver la peli para reconocer esa escena… jejeje.

Al salir del bus, una de las chicas brasileñas con las que habíamos compartido habitación me comentó que cogía el mismo bus que yo habitualmente, aunque, finalmente, ella decidió que podía irse sola, ya que, como el circuito acababa en Waterfront, quería coger el Seabus. ¿He explicado lo que es? Es divertidísimo. Sea y bus. Un autobús de agua. Va recto, como un barco, y va por el mar desde Vancouver a Londsdale Quay, en North Vancouver. Apenas tarda 15 minutos. Yo aprovecho el trayecto para mirar embobada por las ventanas y hacer fotos. Sólo lo he cogido 3 veces, porque, afortunadamente, tengo bus directo, pero es una experiencia muy divertida. Esta vez, no pude hacer fotos porque estuve hablando con las dos chicas catalanas que habían en el tour. Éramos unas 25 personas, y había dos chicas catalanas. Después de un mes sin hablar catalán, ya se me estaba olvidando. Y hablé con ellas en catalán. Me estuvieron explicando que ellas estaban en otra escuela y, una vez más, comprobé que pagué muchísimo más dinero que hubiera pagado en otras escuelas. Yo miré en varios sitios, pero no hubo suerte. Está claro que, ahora que sé cuáles son más o menos los precios y sé cómo funciona la cosa, para otra vez lo miraré muchísimo más, no sólo removeré cielo y tierra, sino atmosfera, estratosfera, litosfera y lo que haga falta. Porque la diferencia es pagar la mitad y con pensión completa, y no como estoy yo, suplicando el bocata del mediodía (por cierto, hoy no había ninguno con mi nombre en la nevera, he cogido uno de los que había preparados pensando que sería para mí, y, si no, ya se habrán dado por aludidos… ese era el acuerdo o “petición amable” que hice… que yo también estoy siendo flexible en otras cosas). Estas chicas ya se iban hoy. Otra vez más vi que había sido muy afortunada con el vuelo, ellas vuelven con escalas y demás, ¡¡qué contenta estoy de que voy a volar directa!! Me montaré en el avión a las 17:45 h. hora canadiense y a las 13:45 h. del día siguiente bajaré en El Prat. Espero dormir todo el viaje para no deprimirme, y pensar más en la gente que quiero que voy a ver y no en el paraíso de este mes… Como siempre, me despertaré en cuanto huela a comida, ¿¿soy la única que se pone contenta cuando le traen la comida rara del avión?? A mí me encanta, sobretodo porque en los vuelos habituales no la traen.

Cuando llegué a casa, mi compañera de habitación, Rino, milagrosamente estaba despierta. No había llegado hacía mucho, ¿Sabéis de dónde? ¡De Seattle! Sí, a eso se le llama comunicación… claro que ella el sábado por la mañana, que también estaba despierta, me dijo que se iba a Victoria, pero sólo el sábado. Domingo se fue a Seattle, y estuvimos en los mismos sitios pero no coincidimos, y ella sí compró el peluche de Starbucks… Estoy contenta porque ayer hablamos un poco más, quizá no hemos hablado porque no se ha dado la oportunidad, la chica es muy amable y sonríe mucho, aunque a veces no me entiende, supongo que por mi Spanish accent… y mi día acabó haciendo gestiones internáuticas, dejando el blog para el final y caí rendida…

1 comentario:

Jesús dijo...

Amén.