domingo, 15 de agosto de 2010

Día 7: Vancouver Whales

Una bonita experiencia. He empezado el día pensando que tal vez debería ir a Victoria en el ferry. Para ello, tenía que coger otro autobús cuya parada estaba más lejos. Cuando iba a esa parada, justo ha pasado el bus que cojo cada día y lo he cogido hasta Howes para coger allí el bus nº. 5 que me ha llevado a Granville Island, el centro comercial tan original donde estuve ya el lunes. Tenía la dirección de una empresa que hacía la ruta de ir a ver ballenas en Vancouver, y he tenido la gran suerte de que quedaba una plaza libre en el barco de las 11 h., que justamente lo inauguraban hoy. Como siempre, la gente ha sido súper amable, me han ayudado en todo, me han ayudado a ponerme mi traje-disfraz para la ocasión, y me ha sobrado una hora para volver a ver el centro comercial. Me ha llamado la atención que hay una zona para sentarse y relajarse, sin obligarte a consumir e igual de bonita y acogedora que un bar y pone la frase: “Comparte mesa y haz buenos amigos”. Me ha gustado, es una invitación a compartir y al diálogo. La experiencia de ver las ballenas ha sido genial, fantástica. Hemos ido en total unas 6 horas y media, ya que cuesta mucho tiempo llegar al lugar. A la vuelta, se ha estropeado el barquito, ¡y era su primer viaje! El capitán lo ha arreglado y hemos podido continuar nuestro viaje. La chica que nos ha guiado en el avistamiento de ballenas ha sido Cayley. Muy amable y se le entendía muy bien hablando inglés, el problema ha sido que he tenido la mala suerte de que me han tocado los últimos sitios, justo al lado del motor, y no oía nada. En la vuelta, he cedido los sitios y me he ido a la parte de atrás, en el compartimento de encima de los chalecos salvavidas, y me he quedado dormida, ¡para variar! Si es que no paro…he salido de la casa a las 8 de la mañana y he llegado a las 22 h., en el autobús me estaba durmiendo, y he llegado aquí y ya me he espabilado un poco, pero quería hacer mil cosas. Ya he podido colgar alguna foto y… ¡ya tengo mi entrada para ver a Lady Gaga! Cuando he llegado a la casa, he estado hablando con mi compañera de casa, Belén, que ya es su última semana. Me ha regalado unos pendientes muy bonitos de su país, Ecuador. Me ha emocionado, me ha hecho tremenda ilusión, qué detallazo, muy bonito. Esta mañana, he visto a mi Mom, después de no verla desde el lunes. Además del desayuno, me ha dado dos trozos de pizza con unas galletas caseras para la comida, qué maja, hemos estado hablando un rato, y antes de salir de la cocina, cuando ella ya se había ido, ha venido su hijo y me ha hablado (inaudito). Después del avistamiento de ballenas y de otra vuelta por Granville Island y de hablar con alguien querido, me he ido a Chinatown. Hoy era el día de la fiesta de Chinatown en Vancouver, y en la esquina de Keefer Street y Main Street han montado un mercadillo muy apañado, y en Pender Street, la calle estaba cortada y habían montado una fiesta. Como me ha dicho el conductor, tenía que ir hacia la derecha cuando dejara la parada, y no hacia la izquierda, que allí tienen otra fiesta (Hastings, es decir, Yonquilandia). La gente es tan amable… Este conductor, cuando ha visto mi acento, me ha dicho si era española y se ha puesto a hablar conmigo en español, es portugués pero lleva en Canadá desde que tenía un año, yo le he dicho que sí que hablaba bien inglés. Es curioso, toda la gente da conversación y habla e intenta ayudar, a veces, me parece estar en un capítulo de dibujos animados. Me encanta no ser la única que da una sonrisa cuando pide algo y que ve cómo la gente que trabaja en servicios realiza su trabajo con alegría. En España, tristemente, eso, a veces, no pasa. Ayer me olvidé de contar una cosa. Cuando estaba cerca de Canada Place, estaba buscando la para de los ferries que van hacia Victoria pensando que era por esa zona. Y acabé en el hall exterior de un hotel de lujo. Si hubiera sido en España, me hubiera ido deprisa antes de que me preguntaran qué hacía allí o me echaran. Aquí, en cambio, pregunté. Primero a un chico muy amable, que me explicó que no era allí, y, después, a su compañero, Michael (me acuerdo del nombre porque lo vi en su placa e hice nota mental de mencionarlo luego en el blog). Este chico, Michael, miró en Internet cómo ir y llamó para preguntar, y estuvo al menos 10 minutos atendiéndome, sin ser clienta de su hotel, y siendo únicamente una mortal que pasaba por allí que iba bastante perdida. Estas cosas no dejan de alucinarme y encantarme. Es muy bonito cuando subes por la mañana en el autobús y enseñas el pase con una sonrisa y el conductor te dice “Thank you!” con alegría, todo esto también hace que esté fascinada con este lugar. Mañana toca montañas… ¡¡y el Seabus!! Good morning, Spain, good night, Vancouver!

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