lunes, 5 de junio de 2017

Hasta siempre, amigo y compañero

Hay días que me gustaría poder borrar y rebobinar para que no se repitieran jamás y el destino diera un vuelco… y ayer fue uno de ellos. Ayer nos dejó nuestro amigo, la persona que fue nuestro punto de unión y no se me ocurre manera de poder expresar lo que siento o qué puedo hacer para que todos los que le queríamos y apreciábamos, como éramos Javi y yo, nos podamos sentir un poquito mejor. Algo totalmente contrario a todo lo que nos enseñó en la vida. Es imposible no recordarle sin que nos aparezca una sonrisa. Momentos con él hemos tenido miles, ¡y los que nos quedaban! Ya nada va a ser lo mismo a partir de ahora. Hace 8 años, cuando te conocí, me enseñaste que la vida estaba para disfrutarla, ¡que había tantas cosas por hacer! Siempre había un plan genial, un sitio a donde ir, música que descubrir (entre otros, me presentaste al amigo Arjona, al que hoy escucho entre lágrimas porque es una manera de tenerte un poco más presente). Me enseñaste que la vida no había que desperdiciarla con chorradas, que lo que contaba era vivir al máximo los buenos momentos. Y también estuviste ahí para los malos, ¡y vaya si estuviste! Si tuviera que nombrar un ejemplo de que alguien me quería bien, ese eras tú. Porque querías verme feliz, nos apreciábamos y siempre nos teníamos presentes. Y en el verano del 2009 me dijiste que te ibas a cambiar de Martorell a la SEAT del Prat, ¡y qué poco imaginaba yo que eso iba a cambiar mi vida! Mientras yo te contaba mis penas (mejor dicho mis chorradas), tú, con esa cabecita que tenías ya estabas “maquinando” tu plan: “mira, que hay un chico en la fábrica que te tengo que presentar, que es muy buen tío, en serio, te lo tengo que presentar”. Y yo, al principio te decía: “anda ya, que no, que no me digas tonterías, que paso”. Pero bueno, ya sabemos que una de tus características era tu tozudez, así que tú, erre que erre, “que tengo un amigo en la fábrica que te tengo que presentar”. Y así, ese 8 de noviembre de 2010 me presentaste a Javi, y ahí empezó todo. Y claro que sí, tú me preguntaste en plan marujo en cuanto nos hubimos despedido de la sesión de café que improvisamos con Javi y una amiga mía qué me había parecido su compañero y yo dije “ah, pues este chico es mono”, pero vaya, que yo no pensaba mover un paso más. Y tú, con tu insistencia, organizaste un segundo encuentro. Creo que al final me quedé sin amigas solteras que presentarte, y así fue cómo tú me presentaste al gran amor de mi vida… ¡No te creas que yo no intenté devolverte el regalo! (creo que no hay una amiga mía que estuviera soltera en esa época y que no te la presentara). Y así fue cómo en la segunda cita nuestra ya, como eras tú, al grano nos soltaste a los dos totalmente desprevenidos: “Bueno, ahora ya tenéis que quedar un día para hacer un cine o cenar los 2 solos, ¿no? A ver, a ver, pasaros los teléfonos, venga, va, Javi, dale el tuyo, Mari, apunta…”. Me acuerdo perfectamente de ese momento, íbamos los 3 solos en el coche de Javi y yo me acuerdo que te dije: “Esta me la guardo, ¿eh?”. Y después de esa primera cita los 2 solos, tú siempre buscabas excusas para juntarnos: que si la Feria Medieval de Vic (ese día te dije que llevaras tú mi coche para ir yo con Javi en su coche) que si vamos a quedar para comer, que si había tantas cosas por hacer… Guardo con especial cariño mi primera foto con Javi, que me la hiciste en el Restaurante Europa, donde tú trabajabas por aquel entonces. Fuiste testigo de nuestros primeros momentos juntos y, si no fuera por tu tozudez y por tu buen ojo, ¡qué diferente hubiera sido mi vida! Nunca te lo agradeceré lo suficiente, por mucho que te recuerde cada día y que, el día que Javi y yo tengamos un hijo, le hable mucho de ti, porque gracias a ti existirá, que sepa que es gracias a ti que un día nos juntó. Porque sí, tú nos juntaste. ¡Y ya nos lo recordaste! Tengo muchos recuerdos y frases tuyas típicas, una especialmente que me trae una sonrisa a los labios, por mucho que se mezcle con las lágrimas: un día fuimos a comer al Europa Javi y yo con nuestras madres, y tú dijiste: “Señoras, ustedes los crían, y yo, LOS JUNTO”. Si es que eras genial… Y así llegó el día de nuestra boda, y qué bonito fue tenerte con nosotros ese día, porque, si no hubiera sido por ti, ese día no hubiera existido. Y el tiempo te trajo a Reme, ahora siento que te la trajera tan tarde, os han quedado muchas cosas por hacer juntos y muchos planes y proyectos que compartías con Javi en las jornadas de la fábrica. Si alguien que me ha enseñado 2 veces a vivir y a valorar la vida, ese has sido tú: la primera, al principio de conocernos, con tu vitalidad y tus ganas de hacer mil cosas, y la segunda, en este tiempo tan breve en el que te nos has ido, me has vuelto a enseñar, que la vida hay que vivirla, que no debemos postergar las grandes decisiones y que el tiempo es algo muy valioso que hay que pasarlo y disfrutarlo con gente que valga la pena, con gente como tú. Hasta siempre, amigo y compañero.