lunes, 16 de agosto de 2010

Día 8: Beautiful North Vancouver.

Beautiful British Columbia. Esa es la insignia que llevan todas las matrículas de los coches de la provincia donde está ubicada Vancouver. Y con toda la razón. Bonita no, es preciosa. No hay día que deje de pensar lo mismo. Tengo muy claro que quiero volver a este lugar, y conocer más lugares de Canadá. Me ha encantado y maravillado como hacía tiempo que no lo hacía ningún lugar. Estoy muy acostumbrada a viajar y ver sitios preciosos (sin ir más lejos, Mykonos hace 2 semanas). Pero esto es algo más que gustarme la zona. Estoy pensando mucho, descubriendo otra nueva forma de vida, cada día me maravillo con lo que observo a mi alrededor, y el poner distancia me está yendo sinceramente bien. Es como un regalo que me he hecho a mí. Por primera vez, he pensado en mí y en nadie más que en mí yéndome. Necesitaba esto, necesitaba un cambio aunque sólo hayan sido estas 4 semanas. Me siento tremendamente feliz aquí, aunque a veces eche mucho de menos a la gente que quiero y tenga ganas de verles. Sé que es algo pasajero, ya que en tres semanas estoy de vuelta, y volveré con más pilas que nunca… dispuesta a volver a la rutina, pero habré hecho un gran cambio. Recordaré para siempre estas 4 semanas como una de las cosas más especiales que he hecho en mi vida… ¡y yo he viajado muchísimo! Pero una cosa es ir a un sitio de vacaciones y otra integrarte en la ciudad, acabarla conociendo y cada día conocer e integrarte con la gente. ¡Ay, si estuviera más cerca…!

Hoy he venido pronto, eran las 20:15 h. cuando ya hemos regresado con Belén de dar un paseo por el bonito barrio donde vivimos. North Vancouver es un municipio dentro del área metropolitana de Vancouver. Son casitas preciosas unifamiliares preciosas, como las que vemos en las películas, con caches anchas y largas, y con múltiples recovecos por descubrir. Hoy hemos descubierto un bonito bosque encantado a dos manzanas de nuestra casa… ¡y hemos visto una huella de oso! En ese mismo bosque, hemos visto una ardilla.

Mi día ha empezado hoy a las 7 h. He despertado a Belén, porque habíamos quedado para ir juntas a Downtown y, de ahí, ella coger el Skytrain hasta Metrotown y hacer compras y yo había quedado con Maggie, mi amiga austríaca y sus compañeras de casa y el primo de una de ellas para ir a Grouse Mountain a subir la montaña. No se me olvidará jamás el significado de hike… Ya lo sabía, pero tenía mis dudas… Es caminar por la montaña, duramente, y así hemos subido la Grouse Mountain, una montaña en North Vancouver que también es pista de esquí en invierno. Se puede subir en teleférico o bien andando. A la vuelta, lo mismo. Eso de “andando” es un eufemismo, pues casi la tienes que subir aguantándote el trasero para que no te caigas de espaldas… Sí, ya sé que soy una quejica, y que, yo, de andar, todo lo que se quiera, pero en plano y en asfalto. Ahí, si hicieran Olimpíadas, no hay quien me gane, pero todo lo que sea piedras, tierra y caerme de culo, soy una experta. Aunque, bueno, hoy me he comportado bastante bien y he subido a la cima como una campeona. Con la lengua afuera y más roja que una gamba, sí, pero no me he quejado. Eso era la falta de confianza… Japón nos alentaba a continuar y a finalizar nuestras pequeñas concesiones de descanso, mientras la parte masculina de Venezuela ha decidido subir por su cuenta porque la parte femenina preferíamos hacer descansos y tomárnoslo con calma. Austria estaba rendida, aunque ahí seguía imbatible, la parte femenina de Venezuela seguía a Japón incansablemente y España… España…pues ya sabemos, está en crisis. Y se hace mayor, jejeje. Pero ahí ha llegado a la meta como una campeona.

Una vez arriba, nos hemos relajado todo lo que nos podíamos relajar teniendo en cuenta que un bocado de comida nos costaba medio riñón, si no uno entero. 5 dólares por un pedacito de pizza, casi 4 dólares por un agua… así está claro que no podíamos reponer fuerzas libremente. Una vez hemos acabado de comer, nos hemos dirigido a ver las vistas de la ciudad desde allí. Preciosas. Y, a continuación, nos hemos dirigido a donde están los telesillas, que también funcionan en verano y son gratis si has comprado el ticket para bajar o subir y bajar en teleférico. La bajada, que vale 10 dólares, la hemos comprado. Ya no por el esfuerzo, que hubiera sido menos que la subida, sino por el vértigo y porque no me apetece probar qué tal se porta mi seguro médico con la cobertura de salud en el extranjero… soy curiosa, pero no tanto.

Subidos en los telesilla contemplábamos el paisaje, precioso bosque y preciosas montañas. Una vez abajo, cuando ya nos íbamos, hemos visto un cervatillo, aquí le llaman deer, yo le he llamado Bambi, porque era igualito. Estaba comiendo hierba tan feliz ajeno a la expectación que levantaba. La gente no se atrevía a tocarlo, ya que es salvaje, pero el animal no tenía pintas de ser nada agresivo. Como tampoco lo serían las ardillas que hemos visto.

Finalmente, hemos bajado con el teleférico, que ha dado un par de sacudidas cuando llega a las torres, y he cogido mi autobús hasta Phibbs Exchange para coger el 210 que me deja en Argyle Road, bien cerquita de mi “casa”. Me he quedado literalmente frita, incluso he soñado que había pasajeros en el autobús diferentes, jaja, si es que apenas duermo estos días, y menudo palizón me he dado hoy de subir hasta allí, ¡que una ya tiene una edad! He llegado a la casa con la esperanza… ¡ilusa de mí! de poder comer algo. Ayer Belén sí le dijo a nuestra mom que iría a comer, aunque yo no. La cuestión es que me he dado una ducha y hemos estado esperando hasta las 18:30 h., y nadie nos ha dicho ni a ella tampoco de que ya estaba la cena, así que nos hemos ido a dar una vuelta. Nuestro dad, estaba haciendo la colada, cosa que me ha sorprendido gratamente… que colaborara en las tareas domésticas, sí señor, como tiene que ser. Aunque lo de la comida es cosa de nuestra mom. Finalmente, como era prontísimo, nos hemos ido a dar una vuelta y hemos comido muy alegremente una pizza en Papa John’s, riquísima, de carne con pepperoni, bacon y no sé cuántas cosas más… Yo sólo sé que menos mal que no me he traído mucha ropa ajustada, estrecha o de talla, porque estoy engordando a base de bien. Cuando vuelva, régimen estricto. Pero aquí ya me van a poner el apodo de monstrua de las galletas. Las galletas de sabores se han convertido en producto de primera necesidad, igual que empiezan a serlo las porciones de pizza de Romano’s. Después de cenar, nos hemos ido a dar una vuelta por nuestro barrio, y no he dejado de maravillarme con las casas tan bonitas que hay en el lugar. Se respira tranquilidad, naturaleza, espacio abierto… toda una terapia. Estamos en una zona realmente única y privilegiada. Y así ha acabado mi día de expedición…puesto que hoy he venido pronto, he aprovechado para colgar fotos y escuchar algo de música, como esta joya que me encanta.
Hold your own
Know your name
And go your own way
And everything will be fine

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